06 agosto 2014

En el metro...

Por más que miraba por donde podía entrar, no cabía un alma, hice mi mayor esfuerzo y como la mejor contorsionista del Cirque du Soleil me colé por un pequeño espacio a la derecha del vagón. Ahí estabas…mi hombro quedó pegado al tuyo, me miraste una milésima de segundo directo a los ojos y tu vista volvió al frente, no pude quitarte los ojos de encima…tú sí.
La siguiente estación fue un desafío a la física y lograron colarse 4 personas más, tuve que pegarme a ti por fuerza. Mis labios quedaron a medio centímetro de tu oído y te respiré, algo incómoda, 4 estaciones más…a la quinta y luego de un frenazo de esos que sólo el metro logra dar dentro del túnel, sentí que ponías tu mano en mi cintura afirmándome para no caer, pero no me mirabas, ni de reojo…comenzaste a levantar de a poco mi blusa, quise reaccionar pero no pude…me gustaba la sensación, me gustabas tú. Tus dedos comenzaron a acariciar mi cintura desnuda y tus ojos no me miraban, y tus caricias se hicieron más firmes y seguras y no me mirabas…y no sabía qué hacer, sólo comencé a respirarte más profundo al oído…firme y suave me acercaste a ti, pero no me mirabas.
Faltaba una estación para bajarme y tu mano no tenía intenciones de moverse, mientras te respiraba al oído te dije “permiso” y suavemente bajaste la mano hasta mi cadera y luego a tu bolsillo…tus ojos pardos por fin me miraron y sólo dijiste “adelante”.
Me bajé y te miré y te seguí con la mirada hasta que te perdí por el túnel…y tú siempre con la vista al frente.

Nunca más te he vuelto a ver.